“La Tierra tiene un límite, pero la avaricia de algunos, no”

Creó el término ‘huella ecológica’ y el Global Footprint Network

Tengo 55 años: he visto Suiza llenarse de cemento, pero podremos recuperar la tierra si recuperamos nuestros valores. Cualquier granjero suizo sabe calcular la huella ecológica de una granja: cuántas vacas pueden sostener sus prados, y coincide con su rentabilidad. Colaboro con el IAAC

Mathis Wackernagelcreó el término ‘huella ecológica’ y el Global Footprint Network

¿Cuánto tardaremos en destruir el planeta?

¿Sabe quién es Justin Bieber?

¡Qué remedio!

Pues tiene 23 años y durante su corta vida, la humanidad ha quemado el 41% de todos los combustibles fósiles que ha consumido en su historia.

Pues entonces vamos rapidito.

Por eso, tenemos que haber acabado con esas emisiones para el 2050… O resignarnos a la degradación, tal vez la extinción, de nuestras vidas y las de nuestros descendientes.

¿Y si al final sólo son unos grados de más?

4.200 millones de humanos de cuantos viven hoy estarán vivos en el 2050 si conseguimos evitar la catástrofe climática: ¿por qué jugar con sus vidas? ¿Por qué dejar sin futuro a nuestros hijos y nietos y a nosotros mismos, que deberíamos estar vivos para entonces?

Porque tal vez esa catástrofe no llegue y evitarla cuesta empleos y crecimiento.

El World Economic Forum, o Foro de Davos, emite dos informes, uno sobre competitividad mundial y otro sobre los riesgos que afronta la humanidad. Y de los diez riesgos que se apuntaron este año seis eran para el medioambiente.

Suele reunir a la elite del capitalismo.

En cambio, ninguno de los 140 indicadores de competitividad con los que van analizando a los países incluía su eficiencia energética o sus emisiones contaminantes. Y es un error juzgar la competitividad sin explicar cómo afecta al medio, el aire y el agua de cada país y a la salud de las personas y su calidad de vida.

¿Se puede ser rentable sin ser sostenible?

Soy ingeniero y sé que mejorar la eficiencia hoy de cualquier proceso productivo es también hacerlo más sostenible.

China y otros países no parecen saberlo.

Muchas ciudades asiáticas son inhabitables por contaminadas, también para los jerarcas del Partido Comunista Chino y sus familias. Lo saben y ya actúan, aunque hay que recordárselo continuamente. Tenemos que ser más rápidos que la degradación del planeta.

¿Cómo miden esa velocidad?

Con el profesor Bill Rees desarrollamos el concepto de huella ecológica para medirla. Es un concepto que de hecho ya existía en biología: ¿cuántos ciervos, por ejemplo, pueden vivir en una determinada isla de acuerdo con sus dimensiones? Porque si hay demasiados, acabarán muriendo de hambre. Y lo mismo sucederá si no dan tiempo a que la isla renueve sus recursos, como el agua.

Parece de sentido común.

Yo soy suizo y cualquier granjero suizo calcula antes de comprar una granja su huella ecológica: cuántas vacas podrán crecer con el pasto disponible en ella y cuánta leche darán y cuánta agua consumirán y contaminarán y cuánto tardará en renovarse. ¿Ve como la ecología y la rentabilidad están relacionadas?

Sólo que el aire y el agua de todos, unos pocos la consumen y ensucian gratis.

La idea de fondo al calcular la huella ecológica era precisamente medir el impacto de la actividad económica y acabar con el mito de que el crecimiento sin límite es posible.

Pero es necesario para evitar la pobreza.

Es que se trata de sustituir el “cómo producir más” por el “cómo producir más con menos”. Menos destrucción de los recursos que no son ilimitados. Para eso fundamos Global Footprint Network.

Dígame algo concreto que hayan hecho.

La huella ecológica mide el impacto de la demanda humana en el planeta con un solo número escalable desde la de una sola persona a la de toda la humanidad.

¿Para qué sirve saber mi huella ecológica o la de mi familia, hogar, país, continente...?

Sirve para dar a quienes toman las decisiones, desde usted mismo al decidir su tipo de calefacción o, en especial, cuando va a votar, hasta el presidente de una multinacional o un ministro. Ahora trabajamos con hidroeléctricas, por ejemplo, en cuya ingeniería colaboramos para optimizar su generación.

¿Reducir el gasto energético y esa huella no supone perder empleos y prosperidad?

Recordará que en los setenta hubo una crisis económica porque los países árabes recortaron su producción de petróleo…

Aquí provocó un shock económico.

Pues yo recuerdo que Suiza decretó los “tres domingos sin coches al año” para gastar menos petróleo.

La mayoría de países simplemente gastaron menos, porque era más caro.

Pero yo también me acuerdo de las carreteras libres para nosotros los chavales y las calles y plazas donde fuimos felices yendo en bicicleta. Y es lo que hacen las ciudades ahora cuando quieren mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos: áreas peatonales libres de tráfico.

Se quejan de que menguan el comercio.

Al contrario, la gente sale a disfrutar de sus calles sin coches y a llenar las terrazas de los ­bares y las zonas comerciales. A la larga, todos ganan. Y en teoría era una medida restrictiva.

Hoy el impuesto sobre gasolinas mantiene muchos servicios públicos.

Y la contaminación causa enfermedades y muertes que encarecen la sanidad. En este planeta, si lo gestionamos bien, hay recursos para mantenernos a todos, pero no para colmar la avaricia de unos pocos.

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